Asfixiados de progreso
Mi papá cuenta una anécdota de
cuando era joven, a principios de los cincuentas. Se fue de expedición con
varios amigos de la universidad a la costa de Jalisco. En aquel entonces las
carreteras eran muy precarias y de Puerto Vallarta hacia el sur solo había
terracerías que a veces desaparecían y volvían a aparecer. Finalmente llegaron
al poblado de Tomatlán, donde la gente se quedó asombrada de ver un automóvil
por primera vez en el pueblo. Tomatlán se encuentra a varios kilómetros de la
costa, y contrataron a un guía para que les fuera abriendo brecha por la selva.
Todo eso era selva tropical. En algún momento se sentaron a descansar en un
tronco tirado en un claro y después de unos minutos el guía, que se había
adelantado a abrir camino, al verlos se puso pálido y les pidió que se
levantaran uno por uno sin hacer movimientos bruscos y que se acercaran a donde
él estaba. Ellos no sabían de lo que se trataba pero así lo hicieron, y cuando
el último de ellos se levantó el tronco donde estaban sentados empezó a moverse
y se fue para algún lado. Resulta que no era un tronco, era una boa inmensa de
más de 10 metros de largo que estaba dormida y que finalmente despertó.
Hace 20 años yo fui a Tomatlán, y
ahora hay una carretera magnífica, la panamericana, que atraviesa el país de
extremo a extremo. La selva hace mucho tiempo que desapareció, y esas boas ya
se extinguieron. Tomatlán ahora es un pueblo de buen tamaño que cuenta con
todos los servicios. Ha crecido en población y ha progresado.
En vida de mi padre la población
del planeta se ha más que triplicado, de dos mil millones a siete mil
doscientos. En 1921, cuando terminó la revolución, la población de México era
13 millones; ahora le estamos pegando a los 120. Se ha multiplicado por nueve
en menos de 100 años, y cada año aumenta en más de un millón de personas. Todos
ellos necesitan toda clase de bienes y servicios; necesitan casa, comida y
vestido, necesitan escuelas, hospitales y medios de transporte. Fuentes de
trabajo, centros deportivos, eventos culturales y entretenimiento. Necesitan
carreteras y automóviles, refrigeradores y televisiones, celulares y
computadoras. Necesitan también mucha energía: electricidad y gasolina, para
poder mantener nuestros estilos de vida. Necesitan de todo eso que llamamos
progreso.
En vida de mi padre también ha
desaparecido el 80% de la selva tropical húmeda y el 94% de los bosques
tropicales caducifolios, así como el 50% de los bosques de niebla o mesófilos
de montaña. Cada año se pierden alrededor de medio millón de hectáreas de
bosques y selvas en el país, llevando a la extinción a cantidad de especies.
Alguien podría decir que ese es
el inevitable precio del progreso. ¿Ciertamente no seremos tan ingenuos para
creer que la suerte de unas tristes boas pueda detener el glorioso avance del
progreso y el bienestar humano?
Pues sí, pero aquí la pregunta que
hay que hacerse es: ¿hasta dónde creemos que podemos mantenerlo? En algún
futuro, cuando este proceso de deterioro ambiental haya llegado a su conclusión
lógica y se pueda ver en perspectiva, quizás el epitafio de nuestra
civilización sea: “Murieron asfixiados de tanto progreso”.
El dominio de las máquinas
A medida que nos fuimos
urbanizando, modernizando y tecnificando, la brecha entre el mundo que nos
creamos y el mundo natural se fue haciendo cada vez más grande hasta que llegó
un momento en que lo relegamos a un tercer plano cuya única función es como
fuente inagotable de recursos, y simplemente nos olvidamos que existía.
Nada simboliza mejor el dominio
que creemos tener sobre el mundo natural que el invento emblemático del siglo
20 y de nuestra civilización industrial, que es el automóvil. Con el automóvil
realmente nos hicimos dueños del planeta; de repente las distancias
desaparecieron. Lo que antes nos llevaba días, semanas o meses atravesar a pie,
a caballo, en carreta o incluso en ferrocarril, ahora era cuestión de unas
cuantas horas. ¡Ah, la movilidad que nos da el automóvil! Mientras las líneas
férreas solo conectaban las ciudades más importantes, con el automóvil ahora
podíamos ir a cualquier lado. Y construimos millones de kilómetros de
carreteras en todo el mundo para llegar a los rincones más recónditos del
planeta, y de repente todo mundo quiso tener su propio automóvil.
Peugeot en Francia fue el primer
fabricante de automóviles en serie de todo el mundo, y construyó 5 coches en
1891 y 29 en 1892. Para 1900 Benz en Alemania ya producía 2.500 vehículos
anuales. Y de ahí pa’l real. Para 1915 Henry Ford ya tenía una producción de
dos millones de unidades al año, y un vehículo salía de su cadena de montaje
cada 10 segundos. El embrujo del automóvil es que cualquiera podía tener uno, y
sentirse el amo de la carretera, y por ende, el dueño del mundo. El avión en
cambio, a pesar de sostenerse en el aire y ser mucho más rápido, no era
accesible a cualquiera.
Con el automóvil el mundo natural
se terminó de convertir en un telón de fondo que vemos pasar por la ventanilla
y que cambia constantemente, y del que estamos completamente desconectados.
Sí, con el automóvil nos hicimos
dueños del planeta. Y el automóvil se hizo dueño de nosotros. Todas nuestras
actividades empezaron a girar alrededor del automóvil. Le sacrificamos el
planeta entero. Con el automóvil el petróleo por fin encontró su razón de ser y
la economía mundial se hizo completamente dependiente del petróleo.
Y todo mundo empezó a tener todos
los automóviles que pudo, y así llegamos a los mil millones de vehículos que
hay en circulación actualmente, y aumentando más de 25 millones de unidades
cada año. Es la mayor industria de fabricación del mundo y es insaciable en su
demanda de recursos. El impacto que ha tenido en el medio ambiente y en
nuestros estilos de vida es inconmensurable. Pero el precio que hemos tenido
que pagar también ha sido demasiado alto.
Cada 25 segundos en promedio una
persona en el mundo muere en un accidente de tránsito; 1,240,000 al año
(estadística del año 2010), siendo la principal causa de muerte entre los
jóvenes en todo el mundo. Cientos de miles más mueren por cáncer y problemas
respiratorios asociados a las emisiones de carbono, que también son un factor
significativo en el cambio climático que ya está sucediendo. Y también están
las enfermedades relacionadas con la falta de actividad física que el uso del
automóvil ha provocado. Hace 100 años una persona caminaba en promedio de 3 a 5
kilómetros diarios; ahora no son más de 300 o 400 metros. El automóvil nos ha
hecho flojos y comodinos.
La simple verdad es que nos hemos
vuelto completamente dependientes del automóvil. La dependencia sicológica es
extrema. Conozco gente en el pueblo donde vivo que es incapaz de caminar dos
cuadras de su casa al trabajo, tienen que irse en automóvil. ¿Qué hará nuestra
sociedad cuando el petróleo empiece a escasear y el uso del automóvil se vuelva
prohibitivo?
Terminator se quedó muy corto.
Éste es el verdadero dominio de las máquinas, y no es ciencia ficción.
La última palabra
Sí, en algún momento se nos
olvidó que hay un mundo natural allá afuera y que ¡oh, sorpresa! dependemos por
completo de él. Nuestra sociedad tecnológica vino a completar ese proceso por
el que nos fuimos desasociando progresivamente de ese mundo que nos rodea y lo
empezamos a ver como algo ajeno a nosotros, como un telón de fondo que está
ahí, separado de nuestra realidad. Sí, sí nos damos cuenta si hace sol o si
está lloviendo, o si hace frío o calor, de eso sí nos damos cuenta, pero hasta
ahí. A lo largo del camino se desvaneció el concepto de que formamos parte de
un entorno.
Es impresionante el hechizo que
la tecnología ejerce sobre el imaginario colectivo. Estamos absortos con
nuestros aparatitos, pegados a nuestras pantallas. Laptops y celulares, tablets
y televisiones, son la realidad que los jóvenes conocen, la única que han
conocido. Yo lo veo con mis alumnos de bachillerato, que parece que ya no
pueden vivir sin su celular. Lo sacan compulsivamente cada vez que se fastidian
en clase. Mi sobrino de 16 años se queda despierto hasta las tres de la mañana
jugando con su celular. Me ha tocado estar en la playa en algún viaje de fin de
cursos al que me llegaron a invitar, y había chavos que no soltaron su celular
un solo instante y se la pasaron mandando mensajes. Quizás seré yo anticuado, o
a lo mejor esa es la nueva normal, pero a mí me parecía que la playa era para
disfrutarla. Pero en lugar de disfrutar el agua, la arena y el sol y de ponerse
a jugar con sus compañeros ni siquiera ahí en la playa pudieron escapar del
hechizo de sus aparatos.
Que hubiera dado Goebbels por
tener una herramienta como facebook para mantener enajenada a la gente. El enajene
es total y así somos felices. Esa es la nueva manera de relacionarnos, no es
así, y tenemos cientos de amigos en línea con los que intercambiamos la
información más banal e intrascendente.
Ésta es una situación nueva en la
historia de la humanidad. Esa matrix virtual en la que vivimos actualmente es
un desarrollo muy reciente en el devenir de nuestra especie. En las sociedades
agrícolas era muy distinta la percepción que se tenía del mundo natural: la
gente sabía que dependían por completo de una buena o mala cosecha y que había
límites que les marcaba el entorno. Eso empezó a cambiar a partir de la llamada
revolución industrial con la creciente urbanización y el desarrollo de nuevas
tecnologías basadas en combustibles fósiles y llega a su fase final en los
últimos 20 o 30 años.
En esta burbuja tecnológica en la
que vivimos actualmente la realidad de repente como que quiere irrumpir y
tenemos la sospecha de que quizás todo no esté funcionando muy bien; por aquí y
por allá hay señales preocupantes de que quizás nuestra situación es más
precaria de lo que queremos reconocer, aunque insistimos en no verlas y vamos a
mantener la ilusión todo el tiempo que podamos hasta que la naturaleza nos
recuerde que siempre ha estado ahí y que si se ha roto un equilibrio con el
mundo natural la naturaleza se encargará de nuevo de encontrarlo.
En el momento en el que la
tecnología falle como inevitablemente tiene que fallar de repente nos vamos a
dar cuenta que no sabemos hacer nada y que se nos olvidó como vivir en el mundo
y que vamos a tener que aprender de nuevo a hacerlo dentro de los límites que
nos marca el planeta tierra. Esto siempre fue difícil para la humanidad y lo
será mucho más en un contexto de grave deterioro ambiental y con una población
que se ha duplicado en los últimos 40 años y que sigue aumentando 90 millones
de personas cada año. En ese proceso en el que a la naturaleza la relegamos a
un segundo plano y hemos creído dominarla por completo a lo mejor resulta que
no se dejó dominar tan fácilmente y que a fin de cuentas es la naturaleza la
que tiene la última palabra.
Mi opinión seria que la humanidad estaría en la misma situación que la boa por que al igual que ella nosotros estamos en una situación en donde no nos percatamos de lo que sucede a nuestros alrededores y bien podemos notar cosas como el clima no nos damos cuenta de los daños que le estamos causando al planeta podría ser que en algún momento se la responsable de nuestra extinción.
ResponderEliminarMi opinión sobre este ensayo es que nosotros los seres humanos no hacemos conciencia del gran daño que estamos causando a el planeta,día a día lo estamos deteriorando cuando hagamos conciencia sera demasiado tarde,pero aun estamos a tiempo para poder cambiar el futuro que le estamos dando a el planeta para evitar los daños que le causamos que en un futuro nada de los recursos naturales que tenemos ahora habrá.
ResponderEliminarMi opinión seria es que nosotros no hacemos conciencia del daño que estamos causando a nuestro planeta y por eso es que algunos animales están en peligro de extinción.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarmi opinión respecto a su ensayo seria que nosotros como humanos que habitamos en la tierra no asemos conciencia sobre los daños que ocasionamos en nuestro propio entorno y que por ello mismo,a través de tantas cosas que tenemos gracias a la tecnología avanzada de hoy en día nuestro planeta cada día es mas contaminado y esto nos ocasiona vivir en un mundo diferente al que teníamos antes ya que ahora tenemos un descontrol climático y ademas varios animales y plantas extinguidas,y yo creo que así como vamos pronto acabaremos con nuestro planeta tierra y en nuestro futuro veremos cosas muy extrañas...
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