miércoles, 3 de octubre de 2018

Un futuro disfuncional



por David Cañedo Escárcega

El futuro es local
Lo que sí ya sabemos es que el futuro es local. Esas redes globales de producción y distribución de mercancía y alimentos de las que dependemos por completo se irán haciendo disfuncionales y en algún momento se desvanecerán en el aire. Esto puede suceder muy rápido, como en el caso de una guerra. La situación estando como está, con recursos cada vez más escasos para una población creciendo exponencialmente; un imperio desbocado que está convencido de salir victorioso en un intercambio nuclear y que insiste en imponer su voluntad a otras naciones que tienen la capacidad de responder a sus provocaciones; un sistema económico que no reconoce límites e insiste en crecer y devorar todo a su paso; una élite supranacional que se cree la dueña del planeta y se va a aferrar hasta con las uñas al orden establecido; y si sumamos a esto la irracionalidad de los tiempos en que vivimos, el nihilismo que nos atrapó colectivamente y la fascinación con la que avanzamos a nuestro destino, pues sí, es posible suponer que habrá conflictos, y algunos de estos se pueden poner feos.
Hay gente muy loca que no le importaría desatar una catástrofe nuclear “contenida” con tres o cinco mil millones de muertos, que de todas maneras a quién le importan, mientras ellos ven el espectáculo desde la seguridad de sus bunkers. Esperemos que no llegue a eso; que haya a tiempo una reacción de cordura y a la gente que decide y tiene la capacidad de hacer esas guerras las recluyan en un asilo de sicópatas viciosos que es donde pertenecen.
En cualquier caso, la situación es inestable. La verdad desnuda y simple es que el petróleo es el combustible de nuestra civilización y en el momento que la producción no pueda satisfacer a la demanda y empiece a escasear van a cambiar muchas de las cosas a las que estamos acostumbrados. Organismos gigantescos e ineficientes se harán obsoletos y estorbosos; eso incluye a la nación estado y grandes corporaciones, que no pueden funcionar sin dosis masivas de energía; el comercio globalizado y turismo internacional se irán haciendo vestigios del pasado y a medida que la crisis avance industria tras industria caerán como fichas de dominó.
Imaginemos que empieza a haber desempleo en serio. La economía no puede seguir creciendo al ritmo en el que aumenta la población y cada año hay cientos de miles de graduados de toda clase de universidades, desde las top class hasta las patito, y no hay trabajo para todos. Varios de mis ex alumnos de bachillerato que ahora son pasantes o licenciados no encuentran chamba de lo que estudiaron y terminan trabajando de lo que sea. Esto siempre ha sido así, pero como que se empieza a notar más. Hay carreras que están saturadas o que pertenecen a una economía que ya se va.
Yo les digo a mis alumnos de ecología que las carreras del futuro son cualquier cosa relacionada con el medio ambiente: la crisis ambiental no se va a ir a ningún lado como estamos empezando a darnos cuenta, y todo aquello que tenga que ver con producción orgánica de alimentos, energías alternativas, aprovechamiento racional y sustentable de riquezas naturales, conservación de fauna y flora, y que tengan una visión hacia una sociedad en la que el consumo de energía en conjunto y per cápita será sustancialmente menor y la necesidad de proteger el medio ambiente mayor, tendrá auge en esta etapa de transición a la que nos acercamos. Si no quieren estudiar una carrera que aprendan un oficio; hay algunos que les podrán ser más útiles que diplomas que solo sirven para colgarlos en la sala.
El caso es que el futuro es local. Tendremos que arreglárnoslas con lo que tenemos a la mano y en algún momento también nos daremos cuenta que la cooperación tiene mayor probabilidad de supervivencia que la competencia y el conflicto; las comunidades que se sepan organizar y hacerse autosuficientes en la medida que puedan hacerlo serán el modelo que moverán a las demás. En las ciudades, será en barrios y cuadras donde se produzcan alimentos y energía y a algunos les irá mejor que a otros.
Fue el excedente de alimentos el que permitió el desarrollo de eso que llamamos “civilización”. Cuando deja de haber ese excedente el edificio se desquebraja y tendemos a regresar a estructuras más pequeñas y tribales que de hecho son para las que evolucionamos.

El destino de los anasazi
Las fisuras del sistema se hacen aparentes. Social, económica, cultural, ambiental o espiritualmente, la situación se ha vuelto interesante. Como en la maldición china: que vivas en tiempos interesantes; pues son los que nos tocaron. La concentración extrema de riqueza a la que hemos llegado, en la que un puñado de personas posee más que la masa de la población en conjunto, la cual por cierto no deja de crecer y es incapaz de estabilizarse; con recursos que ya no son tan abundantes como solían serlo y de los que la dependencia es absoluta y de hecho va en aumento; y con élites completamente divorciadas de la realidad incapaces de descender de la nube allá arriba donde viven; son todas éstas claras señales de que algo no funciona y el castillo de naipes empieza a tambalearse.
Sucedió con los anasazi del cañón del Chaco, en el actual Nuevo México. La tribu se infectó con el virus de la jerarquía, y a diferencia de otros pueblos de por aquel rincón del mundo que aprendieron a vivir de manera más igualitaria y con respeto al mundo al que pertenecían, éstos se clavaron en el rollo del poder concentrado y terminaron siguiendo el guión desde el principio hasta el final, como tantas otras civilizaciones.
La suya fue de las más sofisticadas de Norteamérica en su momento, con entre 10,000 y 20,000 aldeas agrícolas y docenas de ciudades espectaculares, con edificios de hasta cinco pisos de altura y cientos de habitaciones, que fueron las mayores construcciones en América del Norte hasta tiempos muy recientes, cuando se empezaron a construir los rascacielos de acero. Tenían una red de 650 kilómetros de caminos de entre 3.5 y 9 metros de ancho, bien trazados y mantenidos, para comunicarse y traer los árboles que necesitaban para sus construcciones. La demanda de madera era insaciable y la tenían que traer de distancias cada vez mayores. Acabaron con los bosques de una amplia región lo que provocó un cambio en el régimen de lluvias y sequías recurrentes. La población creciendo y la tierra que ya no rendía, eso degeneró muy rápido y todo el aparato social y cultural que armaron durante siglos se desmoronó en unas pocas décadas.
La respuesta de la élite a la crisis fue meterle al acelerador y acabar con todo. Al principio se pensó que el malestar social era reflejo de la economía y tan solo era cuestión de “revitalizarla”. La fórmula fue más caminos, más rituales y más casas. Justo antes del colapso se clavaron en un frenesí de construcción con los edificios más grandiosos, y tenían que ir por la madera a bosques lejanos. En esta sociedad estratificada la suerte del campesino era trabajar duro y el producto de su esfuerzo se iba en su mayor parte como tributo o impuestos. La clase dominante estaba mejor alimentada y medía en promedio cinco centímetros de altura más que el pueblo, y con una tasa de mortalidad infantil tres veces menor.
Todo un esquema que se habían montado entonces, y que les permitía a unos vivir bien y a otros irla mal pasando; todo esto por supuesto se sostenía por medio del pensamiento mágico y la creencia en dioses, ordenes establecidos y destinos manifiestos, con rituales elaborados y cultos de personalidad. Para mantener un estado de las cosas en que unos pocos viven del esfuerzo de los demás también se necesita de coerción, y así es como surgen castas guerreras y militares que se encargan de que el estatus se mantenga.
Y pues sí, cantidad de otras veces que ha sucedido. Una situación como estas se sigue por inercia, porque todo mundo se acomoda o se resigna, o porque las cosas son como son y para qué buscarle. Los anasazi se dejaron seducir por la ilusión del poder y al parecer no se dieron cuenta que socavaban las bases de su propio modus vivendi. ¿Qué pensaban cuando acabaron con todos esos bosques, que hasta la fecha 800 años después no han podido regenerarse? Seguramente hubo algunos que se dieron cuenta que ya no llovía igual que antes y lo conectaron con la tala de árboles, pero nadie les hizo el menor caso. Les agarró la fiebre del crecimiento y la seducción de creerse dueños de su propio destino, y se hicieron vulnerables. Al final cayeron por su propio peso.
Justo lo que sucede actualmente.

A medida que la riqueza se concentra
La clase pudiente está aterrorizada de cualquier cosa que le suene a populista y que implique en lo más mínimo una repartición de la riqueza que tanto le costó ganar y ¿por qué la tenemos que compartir con esa bola de zánganos? A los líderes de cualquier parte del mundo que no lo entienden e insisten en hablar e implementar políticas que afecten a sus intereses rápidamente se les pone en su lugar. Se les demoniza, ridiculiza, se les mete al bote como a Lula en Brasil, se les roban las elecciones, se les arman golpes de estado o los asesinan.
Hay que ver el disgusto que tiene esta gente por el hecho de que algún candidato esté diciendo que va a regalar dinero a los pobres estableciendo programas de asistencia social y aumentando los impuestos que pagan los ricos. Bueno, independientemente de lo difícil que es llevarlas a la práctica, en realidad propuestas como estas merecen toda nuestra consideración. La situación social no puede sino seguirse deteriorando y hay varias crisis en el horizonte. Y si quieres suavizar un poco el trancazo hay que tener a la gente tranquila.
Aquí por ejemplo en el pueblo donde vivo la mayor parte de los chavos que van a la escuela tienen beca. Eso incluye a las dos universidades que hay por el rumbo. También están los setenta y más, las despensas, y lo que sea. Que la gente no se muera de hambre.
Denle su dinero a los ninis, y ¿qué con eso? En otros lados ya están manejando el concepto de ingreso básico garantizado a todo mundo aunque no trabajen. Es la solución a cantidad de problemas sociales, tomando en cuenta que el sistema entero se está cayendo en pedacitos. Por supuesto que una política como estas da pauta a abusos y mucho depende de la manera como se implemente, pero para la mayor parte de los beneficiados esa ayuda económica va a hacer la diferencia entre irla pasando y aguantando o estarse de plano muriendo de hambre y pensando en armar disturbios.
La clase pudiente que no lo ve de esta manera y es aparentemente incapaz de soltar ni las migajas debería de entender que es de beneficio para todo mundo que la riqueza esté un poco mejor repartida, incluso para ellos mismos.
Entonces por un lado tenemos un futuro distópico en el que la riqueza se sigue concentrando de manera inevitable y los intereses se atrincheran detrás de barreras infranqueables al tiempo que las contradicciones del sistema explotan en conflictos feroces por mercados y recursos que disminuyen. Ya lo estamos viendo con todas estas guerras sectarias, conflictos étnicos, intervenciones “humanitarias” e invasiones. Las potencias ya se posicionaron y por el momento están peleando sus guerras proxy en Siria, Ucrania, Asia Central y Medio Oriente, pero ninguna va a ceder un ápice; hay una nación, o grupo de poder, empeñada en imponer su voluntad al resto del planeta, y hay otras naciones que no se dejan y ya no le temen. La situación internacional es compleja y delicada pero se reduce a la cuestión de los recursos y mercados.
Dentro de cada nación los extremos de riqueza y pobreza también se han acentuado y a medida que las tajadas del pastel se hacen más pequeñas y ya no alcanza para todos, algunas personas empezaran a mostrar su descontento de diferentes formas, y no podemos descartar escenarios de guerrilla urbana en megalópolis rodeadas de cinturones de miseria donde viven millones de personas. En Estados Unidos en particular donde todo mundo tiene armas en sus casas y los veteranos de las guerras llegan luego muy dañados e incapaces de adaptarse, podría suceder que fueran ellos mismos los que organizaran una insurgencia, y de algo les servirían los conocimientos de táctica y estrategia que adquirieron en el campo de batalla. En México y otros países, son mafias, carteles y paramilitares las que dirigen el show.
En fin, toda clase de escenarios a cual más sombrío, y lo que todos tienen en común es que la riqueza se concentra inexorablemente a medida que recursos críticos se hacen escasos. Lo mismo sucedió con los anasazi, mayas, Roma, Sumeria, olmecas, Khmer, el que se nos ocurra. Todos siguieron el guión a la perfección. Nosotros también, y vamos a llegar al mismo punto a donde ellos llegaron. Todavía hay algunos que insisten en que esta vez “las cosas son diferente”. Pues sí, y la diferencia sería tan solo la escala que ahora manejamos.

Hacia una elusiva sustentabilidad

En este futuro disfuncional que estamos elaborando, en algún momento nos daremos cuenta que la degradación ambiental, el cambio climático, la contaminación, deforestación, extinción masiva de especies, pérdida de biodiversidad, alteraciones en los ciclos del agua, carbono, nitrógeno y fósforo, y otras gracias más de las que nos hemos encargado, son reales y existen en el mundo real, no nada más en los noticieros y a través de la información mediatizada por la que nos enteramos de lo que sucede allá afuera, si es que nos enteramos.
Por supuesto nos daremos cuenta solo cuando nos empiece a afectar personalmente; tenemos una capacidad impresionante para vivir, adaptarnos y desarrollarnos en un estado de profunda negación de la realidad y cada uno de nosotros nos vamos a aferrar hasta el último momento a la noción de que el mundo tal como lo conocemos continuará indefinidamente mientras seguimos progresando. Las sequías en Siria, los ciclones del Caribe, el monzón en Bangladesh, los incendios en California, las hambrunas en Sudán y los millones de refugiados climáticos que ya existen son abstracciones que le suceden a otra gente pero no a mí. Ni siquiera los bochornos que ya se sienten y que no se sentían hace 15 o 20 años nos van a sacar de nuestro estado de complacencia. Esos bochornos por cierto podemos suponer que de aquí a otros 15 o 20 años sean más intensos y duraderos. Después viene la época de lluvias y se nos olvida, pero el planeta efectivamente se está calentando, y rápido.
Y pues inevitablemente terminaremos por asimilar la idea que estamos en una situación que no se había previsto y que no podemos seguir ignorando. No nos vaya a pasar como les pasó en Cuba durante el período especial cuando se quedaron colgados de la brocha y tuvieron que ponerse a sembrar hortalizas hasta en el último resquicio. Escenarios donde crisis alimentarias ocurren espontánea e imprevisiblemente en diversos rincones del país y del planeta deben de ser contemplados, y más asumiendo que cualquier medida que se tome para mitigar una situación así lleva años y décadas en implementarse y producir fruto.
No es nada fácil hacerse autosuficiente en alimentos.  Aquí en México la población aumenta millón y medio al año e importamos la mitad de lo que comemos. No es seguro que pudiéramos trascender esa dependencia incluso si lo quisiéramos y como sociedad en conjunto nos lo propusiéramos. Menos cuando no existe la voluntad política ni presión social para moverse en esa dirección. Además, por supuesto, hay enormes intereses de por medio que son los que deciden las políticas oficiales y tienen a su gente en los cargos públicos. México, como muchos otros países, está atrapado en la órbita de las corporaciones y este hueso no lo sueltan. Controla los alimentos y controlas a la gente. Es cuestión de poder y dinero y de una agenda que insiste en esa cuestión del control.
Así, implementan sus tratados de libre comercio que han llevado a millones de campesinos a abandonar sus tierras, en un esfuerzo concertado para acabar con la agricultura tradicional. Empresas como Monsanto que ya se fusionó en Bayer nos enjaretan sus semillas terminator, pesticidas y granos transgénicos; otras empresas de apropian del agua y de mantos acuíferos: el agrobusiness vino para instalarse y no se va a ir a ningún lado.
Bueno, hasta que no se caiga por su propio peso, dejando detrás un desastre ambiental con tierras estériles saturadas en glifosato y otros venenos, y poblaciones de insectos que han descendido entre 50 y 80 por ciento a nivel mundial. Eso es lo que nos deja la agricultura industrial, y cuanto antes terminemos con ella mejor será para el resto de los seres vivos que habitamos este planeta y que no somos accionistas de esas empresas.
Eso sí, son muy buenos en relaciones públicas, manipular opiniones y crear consensos, y han montado todo un teatro para imponerse y parecer indispensables, pero no es más que un esquema. En realidad, ya va siendo hora de hacerlos completamente a un lado y desarrollar alternativas que promuevan la producción local y orgánica de alimentos en busca de esa elusiva sustentabilidad.

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