lunes, 2 de noviembre de 2020

La última lección del semestre

 junio 2020

Para los alumnos de sexto semestre del Colegio de Bachilleres de Tenango de Doria. Esta es la última lección de ecología. Si alguien quiere hacer algún comentario, su participación es apreciada.

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Pues nos quedamos a medio curso muchach@s pero espero que hayamos captado lo esencial.

Nos tocó vivir en tiempos de crisis. A la generación de sus padres y abuelos (o sea la mía) todavía se nos hizo disfrutar de los frutos de la tierra, cuando la Tierra era abundante y aparentemente infinita. Con amplia prodigalidad procedimos a arrasar con todo lo que pudimos a nuestro paso, y en los últimos 40 ó 50 años nos las hemos arreglado para comprometer seriamente la diversidad de vida que es la característica fundamental de este rincón del universo donde nos tocó existir. Al destruir y contaminar toda clase de hábitats como bosques, selvas, pantanos, valles, ríos, lagos y océanos, no estamos dejando espacio para que otras especies sobrevivan; aproximadamente la mitad de animales que había en tiempo de nuestros abuelos, entre reptiles, insectos, peces, aves, mamíferos y lo que sea que haya por ahí, han desaparecido. No hay rincón del planeta donde no lleguen nuestros desperdicios, y el impacto de nuestra presencia y actividades en el medio ambiente se ha vuelto abrumador.

Nos creímos el cuento de la sociedad de consumo y que podíamos consumir el mundo entero, pero el crecimiento exponencial de nuestras necesidades y población tenía que toparse en algún momento con los límites muy reales que nos marca el ecosistema al que pertenecemos. ¿Se acuerdan cuando les hablé de la capacidad portativa de los ecosistemas? Hay un máximo de vida que cada lugar puede sostener para cada especie; el mundo natural no suele tolerar excesos y eventualmente busca un equilibrio. La Vida quiere vivirse en plenitud y efervescencia, pero no la estamos dejando, y nuestra necesidad insaciable de recursos para mantener los estilos de vida a que nos hemos acostumbrado y que eran impensables hace un par de generaciones, se ha vuelto insostenible para el resto de la Creación. 

Hipnotizados como estamos por nuestras tecnologías y soñando el sueño del dominio y supremacía que creemos tener sobre la totalidad de la existencia, no nos dimos cuenta que el planeta Tierra cambiaba de actitud hacia nosotros y de ser el planeta perfecto para la evolución de nuestra especie se puede convertir en un lugar muy diferente al que conocemos, inhóspito y hostil. ¿Realmente creíamos que esos billones de toneladas de CO2 que alegremente hemos arrojado a la atmósfera no iban a tener consecuencias? ¿O que podemos emitir a perpetuidad montañas de desechos tóxicos y radioactivos a los cuatro vientos, y que el mundo natural los seguirá absorbiendo indefinidamente? 

Estamos cometiendo los mismos errores que llevaron a tantas otras civilizaciones a desaparecer del escenario de la historia: crecieron lo que pudieron, devoraron todo a su paso y cuando ya no había más recursos a su disposición se colapsaron en un caos de guerras, pandemias y hambrunas. Fue lo que sucedió con los Mayas, Roma, las dinastías chinas, y cada imperio que ha pasado por ahí. Es también lo que sucede ahora.

Ese proyecto llamado globalización encontró finalmente sus límites, y el orden geopolítico internacional se ha vuelto inestable al no poder seguir creciendo y encontrarse de hecho al borde de una contracción. Recursos vitales para el funcionamiento del sistema, como agua, bosques, tierra fértil, bancos de peces, metales, minerales y fuentes de energía, se hacen escasos, provocando tensiones y un aumento dramático en los niveles de conflicto. 

El sistema económico vigente basado en la explotación irracional de los recursos y la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, es básicamente insustentable, y es por completo incapaz de responder a las grandes problemáticas a las que se enfrenta homo sapiens en este predicamento en el que nos encontramos. Con un cambio climático que ya tenemos encima y un millón de especies que se pronostica desaparecerán en 30 años; con más plástico que peces en el océano y nuestros desperdicios que cubren la totalidad de la superficie del planeta; con incendios a escala de continentes, como en el Amazonas, California y Australia, y millones de personas desplazadas por guerras y sequías a las que ningún país quiere recibir, es claro que el presente orden internacional ha llegado al límite de sus posibilidades y está haciendo agua por todos lados. 

Como lo vimos en alguna ocasión en clase, no hay civilización que pueda sobrevivir al deterioro de la base ecológica que la sustenta, pero esto al parecer es muy difícil de entender hasta que no le sucede a uno. Nadie aprende en cabeza ajena, y a nosotros nos tocará aprender de nuevo a vivir de acuerdo a las reglas que nos impone la Biosfera. Así es, la vida es un moho, y el planeta Tierra no tiene por qué seguir sufriendo nuestros excesos. Nos espera un reajuste en el que le vamos a tener que bajar un buen a nuestras expectativas. Creíamos que el planeta nos pertenecía; nos vamos a dar cuenta que no es así. 

Todo esto es para decirles muchachos que no la tienen nada fácil. El mundo que les estamos dejando está seriamente comprometido, y son ustedes los que deben de tener esa visión de luchar por una sociedad más justa y sustentable. En el transcurso de sus vidas ustedes serán testigos de cambios portentosos, y aunque con toda probabilidad en algún momento seremos rebasados por las circunstancias, siempre sí podemos hacer algo por nuestro entorno y por la gente con la que vivimos. No podemos salvar el mundo, no es así, pero en nuestras comunidades sí podemos hacer alguna diferencia. Son ustedes, jóvenes, los agentes de cambio en el que es el mayor reto al que se ha enfrentado la humanidad: hacer que nuestra sociedad se vuelva sustentable. No hay fórmula mágica para conseguirlo, y el primer paso es desarrollar una actitud de respeto hacia el mundo natural que nos rodea. El camino hacia la sustentabilidad es hacernos conscientes de nuestra completa dependencia en un medio ambiente sano, empezando por el lugar donde vivimos. 

Por último quiero decirles jóvenes que fue un gusto y un privilegio haberles dado clase y tenerlos como alumnos. Algún día me contarán ustedes sus historias, así como yo les contaba las mías. Nada de andar tirando basura por ahí, eso ya lo aprendimos. Les deseo mucha suerte en lo que hagan a continuación; estudien lo que quieran y dedíquense a lo que se les antoje, pero siempre con el corazón de ecologistas. 

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Posdata

Ya saben que todo lo que vimos en clase y lo que nos faltó por ver lo encuentran en mi libro "El mundo en el que vivimos y el que nos hemos creado". Lo escribí para ustedes, es mi pequeño legado. Espero que les sea útil (porque es importante estar bien informado). 

El mundo en el que vivimos y el que nos hemos creado

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