agosto 2020
Por David Cañedo Escárcega
Esta
situación de la pandemia ya se prolongó bastante. Al principio nos dijeron que
la suspensión de clases sería por un par de semanas además de las de semana
santa; luego se nos avisó que todo el mes de mayo no habría clases, y
finalmente se hizo evidente que esto iba para largo. El semestre ya estaba
definitivamente perdido pero se encontró la manera de salvar la situación y de
repente todo mundo se volcó a lo digital. Se descubrió que la educación en
línea aparentemente es nuestro futuro y se le está apostando todo. Este próximo
semestre será un gran experimento a ver cómo funciona: la digitalización de la
educación a todos los niveles, de primaria a universidad.
Y podemos
suponer que si las cosas funcionan satisfactoriamente (desde el punto de vista
de los que deciden estas cuestiones, por supuesto) muchas de las
características que definirán esta siguiente etapa se convertirán en nuestra
nueva normal, incluso cuando haya pasado la pandemia.
Lo cierto
es que hay una tendencia hacia la digitalización de la educación, e intereses
muy fuertes de por medio. Al parecer al sistema ya le está fastidiando la idea
esa de elevar el nivel de conocimientos de la población en general, y lo que se
pretende ahora es convertir a los educandos en zombis desde muy temprana edad.
En el mundo ideal (de los que deciden estas cosas), no habría ya necesidad de
escuelas físicas y la interacción profesor-alumno sería mediada por aparatos
electrónicos. Todo mundo se puede educar desde sus casas y podemos mantener el
máximo distanciamiento social que se requiere de nosotros.
La
digitalización de nuestras vidas avanza a toda marcha y desde muchos frentes.
Ni nos dimos cuenta y nuestra mentalidad cambió. La realidad virtual descendió
sobre nosotros y cada avance tecnológico así de repente se convierte en la
nueva normal y de lo que ya no podemos prescindir.
El
siguiente paso en el control digital de nuestras vidas es la eliminación del
dinero en efectivo. El cash al parecer ya cumplió su función, desde que lo
inventaron en Fenicia hace 2500 años, y lo que se pretende ahora es que el
dinero se haga cien por ciento electrónico, ceros y unos en una computadora, y
que toda transacción se realice con tarjeta. Qué conveniente es pagar con
tarjeta, no es así, pero cuando truene la burbuja financiera nos vamos a quedar
colgados de la brocha y trillones de dólares se evaporarán en un instante. El
dinero virtual realmente no existe, y el hecho de que desaparezcan billetes y
monedas le da al sistema un control total de nuestras finanzas y de nuestras
vidas. Para allá va la tendencia en cualquier caso, y en algún momento veremos
cómo se convierte en política oficial eliminar el dinero en efectivo y las
casas de moneda dejen de emitir moneda.
Y por
otro lado, no podemos dejar de maravillarnos ante los asombrosos avances de la
tecnología, que han hecho posible nanochips con capacidad de almacenar toda
información relevante o no de nuestras vidas, y que pueden inyectarse por medio
de vacunas y hospedarse en nuestro cuerpo sin haber realmente sido invitados, y
con los que desaparece ipso facto cualquier privacidad de la que todavía
creíamos gozar. Los que tengan control del chip llegarían a conocernos mejor de
lo que nosotros mismos nos conocemos; sabrían donde hemos estado y en qué hemos
gastado nuestro dinero, así como nuestras ocupaciones y ocios y cualquier
pecadillo que hayamos cometido por ahí. Sería como estar permanentemente
monitoreados, y sin siquiera darnos cuenta.
De lo que
estamos hablando aquí es de cómo la tecnología digital emergió y se convirtió
en el más efectivo instrumento de control social que pudieron haber inventado.
Estamos hipnotizados con la tecnología, y esos señores que les gusta decidir
por todos los demás lo saben y lo aprovechan. El orden social vigente se
mantiene en base a control, que sin embargo se erosiona y por eso tiene que
crecer constantemente, y la digitalización de la existencia les da todo el
control que necesitan.
La
pandemia se ha convertido en el vehículo perfecto para avanzar su agenda, y en
un mundo en el que habrá una escasez creciente de recursos críticos y un medio
ambiente que se negará a seguir cooperando con el proyecto homo sapiens, los
que tienen el poder se aferrarán a él hasta las últimas consecuencias. Es la
historia de todas las civilizaciones que fallan: en medio del caos creciente el
orden establecido se atrinchera, cada vez más divorciado de la realidad.
Entonces
no nos ofusquemos tanto con el espejismo de la tecnología: realmente no nos va
a sacar de todos nuestros problemas. La educación virtual no puede sustituir a
la presencial, hay algo ahí que se está perdiendo. Asimismo, la
financialización de la economía llegó a su lógica conclusión: una burbuja de
antología con trillones de dólares que solo existen en ciberespacio y deuda
omnipresente.
No todo
en la vida es acumulación de poder y riqueza, a fin de cuentas. Si tan solo
esto hubiera manera de hacérselo entender a aquellos fulanos que insisten en
querer controlar hasta el último aspecto de nuestras vidas.