Hola,
pues miren, resulta que en el Colegio de Bachilleres donde doy clase nos están obligando a tomar un curso para "actualizarnos", y pues por alguna razón u otra a mí estos cursos me parecen una verdadera pérdida de tiempo. Entonces escribí un pequeño ensayo en que se los digo claramente y doy mis razones por las que pienso de esa manera. A lo mejor a alguien le puede llegar a interesar.
Aquí está el ensayo :Hola, me llamo David y soy profesor de Ecología y Geografía en el Cobaeh sede Tenango de Doria (Hidalgo) y pues la verdad resiento el hecho de que se nos obligue a tomar este curso sin siquiera preguntarnos nuestra opinión al respecto. Simplemente es de que hay que tomarlo a fuerzas o "quizás no podría yo seguir dando clases" (literalmente es lo que me dijeron). Ahora, yo tengo mis propias ideas sobre el sistema educativo, y francamente el sistema educativo público deja bastante que desear, sobre todo cuando se toma en cuenta que todo el objetivo de la educación pública en México parece estar enfocado a que los alumnos saquen buenas calificaciones en exámenes formulaicos tipo Enlace que no tienen otra función más que ver qué tanto presupuesto se le va a asignar a cada plantel.
Para mí, el principal objetivo al dar mis clases es que mis alumnos se den cuenta que hay todo un mundo allá afuera esperando a que ellos lo descubran. Eso es lo que hago en mis clases de geografía: abrirles los horizontes. La geografía es mucho más que aprenderse de memoria un montón de datos y de definiciones que a nadie le interesan. Nuestro planeta tierra es una diminuta mota de polvo perdida en la inmensidad del espacio, pero esa diminuta roca es una roca viva, porque tiene vida, y es un oasis de vida en la inmensidad del universo. Y ese oasis de vida tiene una increíble diversidad de paisajes, y de climas, y de bellezas naturales, y también de culturas, pueblos, y maneras de pensar y de vivir completamente diferentes a los nuestros. Y cada cultura tiene sus tradiciones, y sus fiestas, y su música, y sus bailes, y sus lenguas y sus religiones, y cada una de ellas es tan perfectamente válida como cualquier otra. Y les platico de mis viajes y les cuento anécdotas, y les hago ver que es la diversidad lo que hace a nuestro planeta interesante, y les despierto la curiosidad por conocer algo de esa diversidad.
El curso de geografía que les doy a mis alumnos de bachillerato en quinto semestre es de hecho una preparación para el curso de ecología que les doy a esos mismos alumnos cuando van en sexto. Si el objetivo del curso de geografía es abrirles los horizontes, el objetivo del curso de ecología es despertarles la conciencia. En geografía les hablé de la enorme diversidad de paisajes y de climas y de especies y de culturas que existe en el planeta tierra, y en ecología les hago ver que esa diversidad está desapareciendo y que somos los seres humanos los que estamos acabando con ella. Y les hablo de todos los problemas que aquejan a este planeta, y les hago ver que todo mundo tenemos una parte de responsabilidad en lo que está sucediendo. Y es muy posible que dentro de unos 20 o 30 años, cuando ellos tengan la edad que yo tengo ahora, las condiciones se hayan deteriorado seriamente, y ese es el mundo en el que ellos van a vivir, y el mundo que ellos le van a dejar a sus propios hijos. Y no hay soluciones fáciles para la crisis ecológica, pero sí hay cursos de acción, y el primer y principal paso es hacerse conciente de lo que sucede.
La realidad que nos rodea está cambiando a pasos agigantados, y el ritmo de cambio se ha ido acelerando cada vez más. Hasta dónde va a mantenerse este ritmo, es difícil decirlo, pero el hecho es que estamos llegando, o ya hemos llegado, a los límites físicos de nuestro planeta. Este planeta literalmente ya nos quedó chico, y nos las hemos arreglado como especie para alterar los mismos sistemas de autoregulamiento de nuestro planeta que permiten un estado óptimo para el desarrollo de la vida. Es decir, estamos destruyendo las mismas condiciones que permiten el desarrollo óptimo de la vida en este planeta, pero nuestra sociedad sigue creyendo en el mito del progreso indefinido y todos sus sistemas sociales, económicos, políticos, culturales, religiosos y educativos siguen bajo el trance colectivo de creer que estamos por encima de las leyes de la naturaleza y de la capacidad portativa de los ecosistemas.
La realidad del mundo que nos rodea es cada vez más compleja e incomprensible, y para darle sentido y coherencia a esa realidad una herramienta con la que contamos es la educación; y la mejor educación es la que consigue despertar en los alumnos el interés por la materia que se imparte y la que instila en ellos un espíritu crítico que los haga cuestionar la naturaleza de las cosas y los lleve a pensar por sí mismos dentro del marco circunstancial en el que cada uno de ellos opera.
Es por eso que no estoy de acuerdo con todo este sistema basado en Competencias. Quizás la educación basada en Competencias sea un paso en la dirección correcta, o por lo menos es un paso en cualquier dirección, con tal de salir del estancamiento en que se encontraba la educación pública en México, pero es un paso que se quedó muy corto y que es incapaz de atender o resolver los retos a los que se enfrentan los jóvenes en este nuevo mundo que se nos avecina. El objetivo de la educación no es, y no debe de ser, que los alumnos se hagan competentes; el objetivo es, o debe de ser, que los alumnos se hagan concientes. El objetivo de la educación no es que los alumnos aprendan; es que los alumnos comprendan. Esto parece ser un juego de palabras, pero hay un mundo de diferencia. Nuestro mundo, que es el que está en la balanza. Para decirlo claramente, el objetivo de la educación no es, y no debe de ser, hacer que los alumnos se conformen al sistema, sino que lo cuestionen, y que se busquen alternativas.
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El asunto es que nos endilgan este curso y lo tenemos que pasar a fuerzas si es que queremos seguir dando clases, y pues supongo que de alguna manera tienen que justificar los nueve mil pesos que están cobrando por cada uno de nosotros. Estoy dispuesto, sin embargo, a otorgarles el beneficio de la duda; es posible, por supuesto, que este curso bien valga la pena, a pesar de que todos mis compañeros docentes en el plantel donde trabajo que ya tomaron el curso y a los que les pregunté qué habían pensado al respecto me contestaron invariablemente que hubieran podido encontrar otras maneras más provechosas en qué ocupar su tiempo.
¡Ah, el tiempo! ¿Por qué siempre insisten en creer que no tenemos otras maneras más provechosas y fructíferas en qué ocupar nuestro tiempo? Quizás sea demasiado pedirles que dispensen de toda la envoltura académica y burocrática en la que está envuelto este curso y que se enfoquen a decirnos lo que verdaderamente tienen que decirnos; ya veremos si es algo que realmente valga la pena. Esperamos, eso sí, que por lo menos se nos trate como adultos que tenemos años de experiencia en la docencia y en la vida y que tenemos todo el derecho a tener nuestras propias ideas y opiniones sobre la educación, ideas que están sujetas a diálogo o debate, y opiniones que son tan válidas como las de cualquiera, y que no necesariamente tenemos por qué estar de acuerdo con lo que se nos presenta en este curso.
Elaborado por David Cañedo Escárcega
Agosto 24, 2011
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