por David Cañedo Escárcega
De la autosuficiencia a la dependencia
Hubo un tiempo en que Tenango de
Doria, la región donde habito actualmente, era autosuficiente en alimentos. De
esto no hace mucho, quizás hasta hace unos 40 años la mayor parte de los
alimentos que se consumían en la región se producían ahí mismo. Por supuesto
que en aquel entonces la población era bastante menor; posiblemente no fuera ni
la tercera parte de la actual. Y por supuesto también la dieta de la gente era
bastante más simple, básicamente eran frijoles y tortillas, con quelite y
epazote para darle algún sabor, y el día que había alguna mayordomía ahí estaba
todo el pueblo y eran de las pocas ocasiones en las que le tocaba a uno comer
carne.
Esta región siempre se mantuvo
muy aislada del mundo exterior; la única vía de comunicación era el camino
real, que era poco más que una vereda transitable solo a pie o en mula y
frecuentada por poca gente. El comercio era mínimo. Incluso cuando se construyó
la primera terracería, en abril de 1961, la región se siguió manteniendo
aislada. Yo llegué a transitar por esa terracería en varias ocasiones a
principios de los ochentas, y estaba en bastante mal estado; con cada época de
lluvias se descomponía más y estaba llena de baches que parecían trincheras. De
Metepec a Tenango se hacían tres horas de camino a vuelta de rueda, lo que
ahora se hace en menos de una.
Todo eso cambió a fines de los
ochentas, cuando finalmente se pavimentó la carretera, que se convirtió en la
arteria vital de comunicación y en el principal agente de cambio de las
condiciones de vida del pueblo. El cambio ha sido vertiginoso: en menos de 30
años el nivel de vida aumento dramáticamente, todo mundo que pudo se fue a
trabajar al norte, de donde siguen mandando las remesas, los jóvenes
descubrieron que no querían seguir trabajando la tierra y el caso es que ahora Tenango
no produce quizás ni el 10 o 15 por ciento de los alimentos que consume.
Actualmente Tenango está
plenamente inserto en la red global de producción y distribución de alimentos;
la autosuficiencia que se tuvo durante los siglos o milenios que está región ha
sido habitada se desvaneció en un instante. Si por cualquier motivo el
suministro de alimentos que nos llegan de afuera se viera interrumpido, Tenango
descubriría que no tiene alimentos ni para un par de semanas. Esa disrupción en
el suministro nos puede parecer hipotética en este momento pero uno nunca sabe;
no podemos suponer que no vaya a suceder. Pueden ser causas naturales, como
ciclones o deslaves; o un deterioro en las condiciones sociales; o lo más
probable, una disminución que puede ser gradual o abrupta en la producción
global de alimentos cuando el petróleo empiece realmente a escasear y el precio
de esos alimentos que nos llegan de cientos o miles de kilómetros de distancia
empiece a hacerse prohibitivo.
Como quiera que sea, esa
dependencia es problemática. Los sistemas fallan. Nada es eterno. Con una
población que se está duplicando cada 25 o 30 años es difícil ver como Tenango
podría ser capaz de producir una proporción significativa de los alimentos que
necesita. Y también está el hecho de que este escenario simplemente no se
contempla; no hay políticas oficiales que promuevan la autosuficiencia de las
comunidades.
Esta situación de dependencia no
es por supuesto exclusiva de Tenango; se repite en miles y miles de comunidades
a todo lo largo y ancho del territorio nacional. Comunidades que durante siglos
mal que bien producían sus propios alimentos antes de que existieran esas redes
globales de distribución y que ahora no son capaces de hacerlo; al parecer la autosuficiencia
alimenticia es de lo primero que se va por la ventana cuando el mentado
progreso entra por la puerta. Pero ultimadamente la dependencia nos hace a
todos más vulnerables.
Otro callejón sin salida
Resulta que México, la república
mexicana, tampoco es capaz de producir sus propios alimentos. Somos ya más de 120 millones de habitantes en
este país, y aumentando más de un millón de personas cada año; la población se
duplicó en los últimos 40 años y desde 1920, cuando estaba terminando la
revolución, hasta la fecha la población se ha multiplicado por un factor de
casi 10 veces. La producción de alimentos simplemente no puede mantener el
paso.
Mesoamérica es la cuna del maíz,
donde se desarrollaron docenas de variedades que se convirtieron en la base de
la dieta de la gente. Es el grano básico de nuestra alimentación. Ahora resulta que no somos capaces de
producir la cantidad de maíz que necesitamos, y la tercera parte, sí, el 33 por
ciento de todo el maíz que consumimos lo tenemos que importar. No solo es el
maíz; también el 55 por ciento del trigo, el 72 por ciento del arroz y el 95
por ciento de la soya, así como el 25 por ciento de la carne y el 12 por ciento
de la leche. El 50 por ciento de todos los alimentos que se consumen en este
país los compramos en el exterior.
México importa la mitad de sus
alimentos y los compra con dinero de la exportación de petróleo. Pero con una
producción de petróleo que va en picada, es difícil ver cómo le vamos a hacer
de aquí a unos cuantos años cuando no tengamos ni para pagar esos alimentos. El
punto pico de producción de petróleo en México fue en 2004, con 3,8 millones de
barriles diarios (mbd). Para el 2010 la producción estaba en 2,5 mbd, una
reducción del 35 por ciento. La producción va para abajo, la demanda va para
arriba, y en algún momento la oferta no podrá satisfacer a la demanda, y mucho
menos lo podremos seguir exportando, y nos vamos a quedar colgados de la brocha
incapaces siquiera de producir nuestros propios alimentos.
La mayor parte de esos alimentos
se los compramos por supuesto a Estados Unidos. Esta situación de dependencia
extrema no es casual, sino el producto de políticas específicas cuyo objetivo
es mantenernos en un estado de dependencia. De hecho uno de los pilares de la
política exterior de Estados Unidos es acabar con la agricultura local de los
países que caen bajo su influencia y obligarlos a depender por completo del
modelo agroindustrial que resulta ser el monopolio de unas cuantas
corporaciones trasnacionales. Es mucho dinero el que está de por medio. Pero no
solo es dinero, es poder. Ellos ya aprendieron la lección, una lección que se
viene transmitiendo desde hace diez mil años, cuando se originó la agricultura:
el que controla la producción y el flujo de los alimentos es el que tiene las
riendas en la mano, y el que impone sus condiciones. Y somos nosotros los que
bailamos al son que ellos nos tocan.
Desde hace dos décadas, cuando se
nos impuso el Tratado de Libre Comercio, más de un millón de campesinos han
abandonado sus tierras porque ya no pueden seguir viviendo de ellas, para irse
a trabajar al norte o a engrosar los cinturones de miseria de las grandes
ciudades. Al eliminar las tarifas y los aranceles Estados Unidos nos invadió
con su excedente de alimentos, en una práctica conocida como dumping, y los campesinos y pequeños
agricultores no pudieron hacerle frente a la avalancha y cayeron en crisis,
incapaces de seguirse manteniendo de trabajar la tierra.
Y se nos quiere hacer creer que
el modelo agroindustrial de producción de alimentos, basado en el uso masivo de
combustibles fósiles, de pesticidas y fertilizantes químicos es la solución al
problema del hambre en el mundo, cuando por el lado que se le vea es
completamente insustentable y cuando de hecho genera más hambre de la que
supuestamente está aliviando. No es más que otro callejón sin salida de nuestra
sociedad industrial.
La primera línea de defensa
El cambio climático ya se está
manifestando a nuestro alrededor. Llevamos 250 años quemando combustibles
fósiles a un ritmo cada vez mayor, y son millones y millones de toneladas de
gases que hemos estado arrojando a la atmósfera. Quizás al principio los
bosques y los océanos podían absorber una buena parte de esos gases pero en
algún momento llegaron a un punto de saturación en el que no los pueden seguir
absorbiendo, y los gases simplemente se siguen acumulando en la atmósfera. Los
océanos se están acidificando, los arrecifes de coral están desapareciendo y
los bosques y las selvas nos los seguimos echando a un ritmo de algo así como
una hectárea cada segundo.
La temperatura media del planeta
ya aumentó casi un grado centígrado en el último siglo, lo que es suficiente
para que los glaciares y los casquetes polares ya se estén fundiendo, las
sequías sean más prolongadas y los ciclones y tormentas tropicales sean cada
vez más violentos. Los señores del IPCC ya nos dijeron que no habrá persona en
el planeta que no sea afectada por el cambio climático, y también nos dicen que
el objetivo que se tenía de limitar el aumento de temperatura global a otro par
de grados centígrados parece que ya quedó demasiado irrealista y que a estas
alturas va a ser muy difícil evitar un aumento de por lo menos otros cuatro
grados centígrados en el transcurso de este siglo.
Ni los gobiernos ni la sociedad
en conjunto parecen haber entendido la gravedad de la situación en la que nos
encontramos, o en la medida en la que se entiende nos rehusamos a tomar
cualquier medida significativa al respecto, y seguimos arrojando alegremente
esos millones de toneladas de CO2 a la atmósfera porque la continuidad de la
sociedad tal como la conocemos o la podemos imaginar depende de seguir quemando
esos combustibles fósiles. Estamos completamente dependientes de ellos y no
estamos dispuestos a hacer el menor sacrificio en aras de conceptos vagos como
‘un planeta habitable’.
El cambio climático va a afectar
a cada región del planeta de una manera distinta. Si en un lado son sequías en
otro pueden ser inundaciones; en la misma región extremos de calor en el verano
pueden venir acompañados de extremos de frío en el invierno. Es territorio
desconocido en el que nos estamos adentrando. Si ya estamos empezando a sentir
los efectos, éstos no están más que comenzando. Los efectos son acumulativos y
podemos suponer que con cada año o década que pase se van a dejar venir con más
fuerza.
Y cada pueblo, comunidad o región
va a tener que adaptarse a esos cambios, en la medida en que se pueda adaptar.
Y la primera línea de defensa contra cualquier alteración producida por el
cambio climático está en la producción local de alimentos. Cada pueblo y cada
comunidad va a tener que hacerse autosuficiente en alimentos, en la medida en
que lo pueda hacer, porque en algún momento esa red global de producción y
distribución de alimentos dependiente del uso masivo de combustibles fósiles,
pesticidas y fertilizantes químicos va a tronar como ejote, si no es por el
agotamiento de los combustibles fósiles será por las perturbaciones causadas
por el cambio climático, pero no puede durar indefinidamente.
La política oficial que ha
sacrificado la autosuficiencia alimenticia y nos ha hecho completamente
dependientes de un modelo ajeno cuyo único criterio de continuidad es la
generación de enormes ganancias para unas cuantas corporaciones trasnacionales
mientras millones de campesinos abandonan sus tierras es de una miopía que raya
en lo inverosímil. Cada pueblo, comunidad y región va a descubrir que en el fin
de la era de los combustibles fósiles y el comienzo de la era del cambio
climático su mejor opción y primera línea de defensa está es aprender de nuevo
a producir sus propios alimentos.
Concuerdo con su punto, las nuevas políticas económicas en un mundo globalizado nos han hecho dependientes de países de primer mundo. Los países tercermundistas no tienen salida y están obligados a dejar de producir porque sus productos no son competencia con los de países que cuentan con un amplio nivel agroindustrial.
ResponderEliminarPero no solo el cambio climático nos podrá sacar de esta problemática, por qué esperar si se pueden hacer demasiadas cosas en este momento. Recientemente estuve en la presentación de un nuevo programa que viene por parte del gobierno en el cual se está empezando a impulsar negocios que tengan que ver con la industria agroalimentaria. La verdad, iniciar un proyecto que tenga que ver con satisfacer la alimentación, siempre va a generar muchos elementos positivos. Está claro que con esto no podremos competir, por ejemplo con Estados Unidos, pero se empezará a promover el consumo de productos nacionales. Y, tal vez en unos años se verá un avance al observar que algunas comunidades vuelven a ser autosuficientes.
Está en cada persona empezar a contrarrestar esto, pero también debemos exigir en cada gobierno que se siga impulsando así al país. También se debe de promover más la educación en el ámbito agroindustrial, porque como ya lo dije anteriormente, satisfacer la alimentación siempre va a generar demasiadas cosas positivas.
Está en cada persona usar el razonamiento para lo que quiera, pero si es para contrarrestar esta problemática sería lo mejor.